Esta semana pasada estuvimos trabajando con los olivos que hay en Horeb. Ya quitada las hierbas que habían en el terreno, lo que es necesario, es cortar todas las ramas que nacen en la base del árbol: los llamados "chupones".
Realizando esta tarea, es curioso ver las características de estas ramas. Son ramas que crecen con rapidez, por ello su corteza es diferente de las otras ramas. Muchas veces llegan a ser casi más altas que el propio árbol. Sin embargo, son ramas que no llevan fruto, solo crecen.
Los vecinos nos dijeron que debíamos cortarlas porque lo que hacen es quitar el alimento al resto del árbol. El árbol sin chupones, crecerá mejor y su fruto será mayor.
Esto me hizo pensar en que muchas veces tenemos el peligro de ser "chupones". Nuestro egoismo nos hace pedir a Dios para crecer, pero cuando el Señor viene a buscar nuestro fruto, nos halla con "sólo hojas". Muchas veces este egoismo hace que el nombre de Dios sea blasfemado entre el mundo, porque al no buscar la gloria de Dios, sino nuestra propia gloria, estamos dañando "al árbol". Muchas otras veces, nuestro testimonio no es el más apropiado al no reflejar la imagen de nuestro Dios, y por ello, el fruto que otras ramas pudieran dar se ve empobrecido.
No seamos "chupones", sirvamos a Dios con humildad y quebrantamiento de corazón y busquemos su gloria para que el fruto de obra sea una gran cosecha.
Realizando esta tarea, es curioso ver las características de estas ramas. Son ramas que crecen con rapidez, por ello su corteza es diferente de las otras ramas. Muchas veces llegan a ser casi más altas que el propio árbol. Sin embargo, son ramas que no llevan fruto, solo crecen.
Los vecinos nos dijeron que debíamos cortarlas porque lo que hacen es quitar el alimento al resto del árbol. El árbol sin chupones, crecerá mejor y su fruto será mayor.
Esto me hizo pensar en que muchas veces tenemos el peligro de ser "chupones". Nuestro egoismo nos hace pedir a Dios para crecer, pero cuando el Señor viene a buscar nuestro fruto, nos halla con "sólo hojas". Muchas veces este egoismo hace que el nombre de Dios sea blasfemado entre el mundo, porque al no buscar la gloria de Dios, sino nuestra propia gloria, estamos dañando "al árbol". Muchas otras veces, nuestro testimonio no es el más apropiado al no reflejar la imagen de nuestro Dios, y por ello, el fruto que otras ramas pudieran dar se ve empobrecido.
No seamos "chupones", sirvamos a Dios con humildad y quebrantamiento de corazón y busquemos su gloria para que el fruto de obra sea una gran cosecha.